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TRIANA
El adentrarse en el popular barrio de Triana es una gran oportunidad para sentir el ambiente y la vida vida cotidiana que en él se genera, con el carácter e idiosincrasia de su gente, sus calles, los corrales de vecinos, las academias de baile, los talleres de alfarería y sus edificios más emblemáticos. Al mismo tiempo nos sorprenderán las historias y leyendas más famosas del barrio, sobre todo las que hacen mención a la Inquisición.
Para unos, su nombre proviene de la unión Tri tres, Ana rios por darse allí esa confluencia; otros prefieren la evolución Traiana-Trajan-Triana; fundada por Trajano, el emperador romano nacido en Itálica. Ha sido cuna de inmejorables toreros, cantaoras, tonadilleras y Folclóricas, de personajes tan simbólicos como Rodrigo de Triana, el primero en avistar América.
En Triana se reclutaron y formaron las tripulaciones para América y se aprovisionaron los barcos, como el de Magallanes y Elcano en 1519, Yendo Elcano y los suyos a orar a la Virgen de la Victoria, entonces en el convento de los Remedios.
Si bien la vecina Sevilla ha vivido durante siglos de espaldas al río, Triana siempre fue, ante todo, marinera; una actividad que ha conservado hasta la mitad de los años 60 y que ya está definitivamente extinguida.
Sin tener que ver mucho con los hábitos y las formas de vida de sus vecinos de enfrente, su único nexo de unión fue el puente de barcas que desde tiempos inmemoriales enlazó la plaza del Altozano con Sevilla, donde hasta 1852 no vendría a construirse al primer puente de fábrica de la ciudad, el de Isabel II.
Es a través de los viajeros románticos cuando se realza el mito trianero, pues encuentran una Triana repleta de patios vecinos, repartidos por sectores de payos y gitanos; talleres de Alfarería, sus fiestas, leyendas y costumbres, el calor y acogida de sus gentes.
El puente de Isabel II, más conocido como Puente de Triana nos permitirá desembocar en el barrio. Llegaremos a entender la gran importancia que ha tenido el puente en la historia del barrio y Sevilla, desde el primitivo puente de barcas a la actual construcción del XIX que sigue la tipología del Carrousel de París.
No olvidaremos en el puente una obligada referencia a la capillita del Carmen, muestra de la arquitectura regionalista de principios de siglo. La plaza del Altozano nos recibe al bajar el puente. Es sin duda el origen del barrio, ya que Triana nace en torno al Castillo que se construye con la intención de defender el primitivo puente de barcas en el costado derecho de la actual plaza. Comenzaremos a percibir el verdadero carácter del barrio: el cante y el toreo a través de esculturas dispersas en la plaza, la cerámica por los numerosos azulejos de las fachadas, los bares de tapas por el embriagador aroma de los fritos de pescado y veladores.
Llegamos al corazón del barrio por la larga calle Betis, actualmente peatonalizada y que permite unas impresionantes vistas de la ciudad de Sevilla, del río y el puente. En los aledaños a esta calle, en el desaparecido Convento del Espíritu Santo, se fundo la Hermandad de Los Gitanos y actualmente tiene su talles el imaginero Navarro Arteaga. En ella a la altura de la que fuera antigua Universidad de Mareantes, penetraremos en el corazón del barrio.
En el encontramos calles angostas llenas de vida, corrales de vecinos, y la que fue la Catedral del Barrio, la Real Parroquia de Santa Ana en cuya cercanía, en la calle Pureza, encontramos la capilla de los Marineros, sede de la Hermandad de la Esperanza.
SANTA CRUZ
arrio de Santa Cruz
Quien a buen árbol se arrima buena sombra lo cobija, este antiguo barrio judío lo sabe; se estableció en el centro de Sevilla, arropado por otros prodigios que le imprimieron caché y lo enriquecieron; aprehendió la prestancia de la Catedral, la fortaleza de la Giralda, la nobleza del Alcázar, la fantasía de los jardines de Murillo. Méritos ya le sobraban, desde luego. La estrechura y el trazado de sus calles parece que se idearon para calmar los azotes del impío sol sevillano; los rayos son contenidos por los tejados y azoteas que sólo dejan pasar la luz y el calor justos, perdonando la vida de quien se atreve con un paseillo en una tarde de julio (¡torero!).
Las disputas entre judíos y cristianos, la ocupación de los franceses, los iluminados de la Expo del 29 que quisieron derribar cultura para agrandar calles dejaron, cuando el tiempo los diluyó, efluvios de prosapia inofensiva, de cultura, tradición y ensueño.
Disfruta del serpenteo de las calles, de la vista de las casas blancas, de iglesias y plazas, del aroma a flores y a leyenda. Recorre cada rincón y siente pero no lo cuentes que no lo entenderán.