La Geria: un lugar en el que el tiempo se detiene
Separada por la LZ-30, una carretera de doble sentido quizás demasiado rápida para la quietud del lugar, se alza la coqueta y tradicional Bodega Rubicón, con una terraza que sabe a pella de gofio y a fruta pasada, a higo y a queso de cabra. Desde este punto se ve Uga y El Chupadero. Y una palmera sola que parece la pica de un soldado.
M.J. Tabar
[Viernes, 27 de abril de 2012] [10.00]
Acaba de irse Leo, un visitante alemán que cada año --sin faltar uno solo- les visita. También se marcha un grupo francés que ha probado el excelente Amalia, un malvasía seco con fermentación en barrica (Bacchus de Oro, Plata en Viena, Oro en Berlín y en Agrocanarias) y entran dos parejas de Girona que van describiendo en catalán la lindeza de las estancias de esta casa del siglo XVII, patrimonio histórico-artístico de la isla y bello ejemplo de arquitectura colonial.
Bodegas Rubicón comenzó su actual andadura en 1979, cuando Germán López Figueras compro este cortijo de La Geria que ya existía antes de la tradición vinícola. Lo hizo por afición, por puro amor al campo. Su hija Macarena López Grimón, actual gestora, tenía 4 años entonces. Comenzaron con una producción familiar, sólo para los de casa. La restauración del caserío transcurrió durante 10 años y, finalmente, profesionalizaron la bodega y se lanzaron a la producción industrial.
Sala de catas, visita guiada a la casa, sala de conferencias, cursos de cata, sala de exposiciones (la colectiva EmbriagARTE, Las criaturas de la isla, de la creadora cubana Suzet Ávila, etc.) y celebración de eventos. La bodega ofrece una completa carta de servicios. Pocos lanzaroteños nacidos antes de 1970 han dejado de gozar una fiesta en este caserío. Hoy más centrado en bodas y comuniones, o en conciertos de jazz a la luz de la luna.
Abierta de 10.00 a 20.00 horas, Bodegas Rubicón tiene un toque sereno y autóctono. El restaurante, abierto hasta las 21.00 horas, ofrece platos tradicionales, elaborados con productos locales: sancocho, carne de cabra, caldo de millo y torrijas de postre. Muy acorde con el entorno y la filosofía de conservación que tiene la Bodega.
Hacemos una última pregunta de ciencia ficción: ¿Cómo imaginan La Geria dentro de un siglo? Yo espero que siga siendo un lugar donde el tiempo se detiene, responde Macarena frente a un Amalia, en la penumbra interior.
La Geria es un legado que tenemos que conservar. Pero tenemos un problema muy serio: la media de edad de nuestros viticultores es de 70 años. Si el conocimiento sobre el trabajo en La Geria no se transmite a la siguiente generación, se abandonarán las fincas, avisa.
A modo de advertencia, asoma la sombra de una finca abandonada en los alrededores, aún lejos de la carretera principal por la que transitan cerca de 160.000 turistas todos los meses.