La huella minera. Villanueva del Río y Minas, Sevilla
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Situado en la Vega Alta del Guadalquivir Villanueva del Río y Minas no es un pueblo sino dos, Villanueva del Río y Villanueva de las Minas.
Villanueva del Río fue un puerto fluvial en época romana y después de la reconquista, como había quedado despoblada se hubo que hacer la villa de nuevo, por eso se llamó Villanueva. Durante algún tiempo fue feudo del Duque de Alba de lo que ha quedado como testimonio el edificio en ruinas junto a la iglesia de Santiago el Mayor. Vivía principalmente de la agricultura del olivo y de la pesca de los albures que subían por el Guadalquivir hasta Alcolea y Lora.
En el siglo XVII se descubren las minas de carbón a una legua de Villanueva. Felipe III autoriza a que el carbón mineral se lleve en barcazas hasta Sevilla y así surge un poblado minero que luego se convierte en la barriada de Las Minas y ya empieza a llamarse Villanueva de las Minas.
En el siglo XIX las minas de Villanueva se hacen opulentas, tanto que el gobierno, atendiendo las peticiones del barrio minero que es el que tiene el poderío económico, acaba por convertir a ese barrio en cabeza de municipio.
El 22 de Diciembre de 1.944 el Boletín Oficial del Estado cambiaba el nombre de Villanueva del Río por Villanueva del Río y Minas y se trasladó al barrio minero el Ayuntamiento, el archivo municipal y todas las dependencias oficiales.
VUELO EN ZALAMEA LA REAL - HUELVA
Expresiones como “entre dos aguas” o “entre Pinto y Valdemoro” sugieren dudas. Lo que no admite ninguna duda es el término “entre Andévalo y Sierra”. Esto es Zalamea la Real, lugar concreto, todo un referente histórico, señorial, con peso específico y tronío.
Esta localidad de la provincia de Huelva, con 3.545 zalameños, es paso obligado camino a la Sierra de Huelva.
Os vamos a contar un secreto. Cuando cogemos ruta hacia la Sierra de Huelva para pasar días de ensueño con nuestros vuelos físicos y espirituales, nos paramos para desayunar, siempre, en una venta en las afueras de Zalamea la Real.
La última vez, después del desayuno, hicimos tiempo para aprovechar las luces del alba para mostraros todo lo maravilloso que es Zalamea la Real.
Este núcleo de población está ubicado en el Andévalo, en la Cuenca Minera, por carretera entre Valverde del Camino y Jabugo, entre considerables extensiones de pinos y eucaliptos de repoblación. No obstante, aún se conservan manchas más o menos extensas de encinar y alcornocal, restos de la primigenia vegetación natural mediterránea de la zona. La Umbría del Romeral, Peñas Blancas o el Cortado de Polanco conservan probablemente las mejores y más diversas masas forestales. Los ríos Tinto y Odiel aglutinan los recursos hídricos zalameños, permitiendo la actividad agraria.
La historia de Zalamea la Real es riquísima y extensa.
Los primeros indicios de población se remontan a época prehistórica. Es de enorme interés el conjunto dolménico de El Pozuelo, monumentos megalíticos de carácter funerario, datados entre el 2800 y el 3000 a.C.
El núcleo actual de población parece que tuvo su origen en época romana, periodo en el que recibió el nombre de “Callenses Aenanicci” (lugar en el camino del cobre) en referencia a las cercanas Minas de Riotinto. Podría estar relacionado con la antigua ciudad romana de la Bética llamada Calento.
Los musulmanes, que apreciaron la abundancia de agua en el lugar y su entorno apacible, la nombraron “Salamun” o “Salameh”, que viene a significar algo así como lugar pacífico y saludable.
En tiempos de Alfonso X el Sabio Zalamea pasa definitivamente a manos cristianas, cediéndola al arzobispado de Sevilla. Su nombre se castellaniza y pasa a nombrarse como “Zalamea”.
En 1579 se separa del arzobispado, pasando a depender directamente de la corona con carta de privilegios otorgada por Felipe II. En este momento, el 15 de junio de 1592, pasa a denominarse “Zalamea la Real”.
Zalamea la Real se convierte en la cabecera de una amplia comarca que incluía numerosos núcleos de población. En su término municipal existían gran cantidad de aldeas, algunas de ellas se convirtieron en municipios como Nerva y Minas de Riotinto. El Campillo se emancipa en tiempos de la II República, en 1931. Estos municipios se segregaban conforme ganaban fuerza las explotaciones mineras.
Si atendemos a la leyenda, con cierto matiz poético, se dice que unos mercaderes del Rey Salomón fundaron esta población 1000 años a.C., y la llamaron en su honor Salomea.
Hoy Zalamea la Real es un pueblo que hace frente a la crisis de la minería del cobre con varias iniciativas en el campo agrícola-ganadero y pequeñas industrias que aprovechan los recursos y actividades tradicionales. Los aprovechamientos forestales, sustentados principalmente por las extensas masas de eucaliptos y pinos que existen en su término y los cultivos de cítricos, olivar, cereales y leguminosas constituyen actualmente los pilares de su economía. La actividad industrial tiene su máximo exponente en la fabricación y comercialización de anisados y chacinas.
En las imágenes del vuelo resalta, altiva, la Iglesia Parroquial de Nuestra Señora de la Asunción, que comenzó a construirse en el siglo XVI, terminándose 200 años después.
Su plaza de toros fue construida a finales del siglo XIX, y es uno de los cosos más importantes de la comarca, enclavada en un entorno arquitectónico de gran belleza y que también podemos apreciar en el vuelo.
En Zalamea la Real destacan los bellísimos abrevaderos y fuentes, de gran interés etnológico y arquitectónico. La Fuente del Fresno y el Pilar de la Fuente (Pilar de los peces de colores) se encuentran en la calle La Fuente (anteriormente Córdoba, Alcalá Zamora y Primo de Rivera), calle datada de la segunda mitad del siglo XIX.
Cuenta la leyenda, popularmente arraigada en la tradición de este pueblo, que una hija del Rey Salomón se bañó en la Fuente del Fresno.
No podemos abandonar Zalamea la Real sin recorrer la ruta de sus ermitas: Divina Pastora, Santo Sepulcro, San Silvestre y las de San Vicente y San Blas, ambas del siglo XV.
Del Andévalo a la Sierra nos fuimos perdiendo para terminar en la bonita Cumbres Mayores. Pero eso amigos, otra historia será.
AMANECER EN ZALAMEA LA REAL - HUELVA
Zalamea la Real se encuentra a unos 60 km de Huelva capital, en la Cuenca Minera, comarca natural del Andévalo. Está enclavada al pie de Sierra Morena, situada en una Mesopotamia fluvial, la de los ríos Tinto y Odiel, y a medio camino entre las tierras más altas de la serranía y las del litoral atlántico.
La belleza que tiene un amarecer en Zalamea la Real podríamos colocarla en lo más alto de una larga lista de las preferencias soñadas por Morfeo. Las imágenes hablan por sí solas, destacando su inmaculado caserío, que se expande en medio de una llanura cobriza formada por suaves relieves.
Las cercanías de las minas y su ubicación hicieron este lugar muy atractivo para los primeros pobladores. Prueba de ello la tenemos en la gran cantidad de restos de la cultura megalítica repartidos por todo el término municipal, teniendo buena prueba de ello en los dólmenes de El Pozuelo, una de sus aldeas.
Este hermoso génesis solar en Zalamea la Real ya lo pudieron disfrutar otras personas en distintas etapas históricas. Una de ellas está relacionada con el origen legendario del topónimo de Zalamea.
Con relación a las transacciones comerciales que realizaban distintos pueblos del Mediterráneo oriental en la zona de las minas onubenses, la tradición oral se hace eco de la creencia de que los comerciantes del rey Salomón, de la Israel del siglo X a.C., entre los que podría encontrarse una hija del mismo, llegaron a este punto de la provincia de Huelva, estableciendo un campamento en una pequeña meseta, donde hoy se encuentra la plaza del Talero de Zalamea la Real, dando este asentamiento el nombre de Salomea, en honor a la hija de Salomón. (Esto no se ha podido demostrar científicamente).
Lo que sí parece cierto es que su núcleo actual de población tuvo su origen en época romana, periodo en el que recibió el nombre de “Callenses Aenanicci” (lugar en el camino del cobre) en referencia a las cercanas minas de Riotinto. Podría estar relacionado con la antigua ciudad romana de la Bética llamada Calento.
Los musulmanes, que apreciaron la abundancia de agua en el lugar y su entorno apacible, la nombraron “Salamun” o “Salameh”, que viene a significar algo así como lugar pacífico y saludable. Posteriormente, el nombre se castellaniza y pasó a llamarse “Zalamea”.
Fue en 1579 cuando Felipe II hizo que Zalamea pasase a depender directamente de la corona (hasta esa fecha y desde la Reconquista perteneció al Arzobispado de Sevilla). El 15 de junio de 1592, pasa a denominarse “Zalamea la Real”.
Nos recreamos observando desde varios puntos, desde varios ángulos, el actual caserío de Zalamea la Real, algo más sosegado después de tantos avatares históricos. En el encalado núcleo de población sobresale la figura de la Iglesia Parroquial de Nuestra Señora de la Asunción, que podría estar construida sobre un primer templo mudéjar y que a mediados del siglo XVI comenzó a remodelarse, acabándose 200 años después. La torre comienza a erigirse en 1606, estando acabada hacia 1631.
Un amplio conjunto de ermitas, algunas del siglo XV, y unos bellísimos abrevaderos y fuentes, como el Pilar de la Fuente y la Fuente del Fresno, en la cual cuenta la leyenda que se bañó Salomea, hija del rey Salomón, son buenos ejemplos etnológicos y arquitectónicos del pueblo.
La salida del sol nos invita a hacer algo de ejercicio físico mostrándonos la zona de la piscina municipal y todo el complejo deportivo de Zalamea, que se ubica algo más allá del serpenteo de asfalto de la carretera N-435.
Hacemos una nueva incursión por el caserío de Zalamea la Real y observamos casi a las afueras del mismo, por la parte norte, su plaza de toros, construida a finales del siglo XIX, siendo uno de los cosos más importantes de la comarca. Algo más a las afueras, en una pequeña y peculiar “plaza de toros”, burro y perro, en perfecta armonía, quieren participar en esta fiesta paisajística. No solo quieren participar en el cortejo sino que además son los encargados de cerrar el telón de esta preciosa travesía por la encantadora e histórica Zalamea la Real.
Prestigio y Eternidad. Los ajuares funerarios del Peñón de la Zorra
Hace casi 4500 años las cuevas abiertas en las paredes del espolón rocoso sobre el que se alzaba el poblado del Peñón de la Zorra sirvieron de última morada para unos pocos individuos, enterrados allí en compañía de sus ajuares funerarios, algunos de ellos muy relevantes. El conjunto más importante se halló en 1964 en la llamada Cueva Oriental, compuesto por un gran puñal y un par de puntas de jabalina de cobre, un arete de plata y 14 vértebras de pez perforadas que probablemente formaron parte de un collar. La mayoría de estos objetos debieron obtenerse a través de redes de intercambio, destinadas no sólo a que estas incipientes jerarquías del final de la Edad del Cobre exhibiesen objetos de distinción, sino también a fortalecer sus relaciones con otros grupos jerárquicos que en aquellos momentos estaban consolidando su poder en otros puntos de la Península Ibérica.
Este vídeo está producido por el Museo Arqueológico Provincial de Alicante, con motivo de la exposición producida en dicho museo entre los meses de octubre de 2012 a febrero de 2013.
Peñón de la Zorra (#Villena, Alicante)
Museo Arqueológico José María Soler de Villena.
Museo Etnográfico
En la Mitad del Mundo se encuentra el Museo Etnográfico, que consta de nueve niveles, planta baja y un mirador. La visita se inicia en planta baja con el objeto de lograr una visión general de la riqueza humana, geográfica y económica del país.
Los Yebenes (Toledo) y sus molinos de viento a vista de Dron
A medida que nos acercamos a Los Yébenes por la antigua carretera N-401 y ascendemos por El Puerto, podemos observar un paisaje abrupto en cuya cima reinan tres majestuosos molinos de viento, dos de ellos reconstruidos con su maquinaria original, para el oficio de la molienda.
A la crestería molinera, podemos acceder por una senda restaurada y serpenteante de origen romano que nos conduce hasta la cima y en la que El Molino del Tío Zacarías, uno de los gigantes del conjunto, goza de elementos originarios que permiten recrear la molienda a la antigua usanza, al igual que el molino El Torrecilla. También se ha recuperado la antigua Casa del Molinero, acondicionada en la actualidad como centro de visitas y museo etnológico.
En cuanto al camino, a lo largo de setecientos años, entre el S. II A.C y el S.V, la dominación romana quedó patente en las huellas, tanto arquitectónicas, técnicas constructivas, obras de ingeniería, bien acueductos, puentes, presas o calzadas.
Los pueblos molineros de la Mancha y de Los Montes de Toledo han utilizado la figura del Quijote, como vínculo de unión, porque este caballero andante no es patrimonio de los lugares que reflejó Cervantes en su libro de caballerías, sino de toda Castilla La Mancha. Así vecinos de las comarcas limítrofes debemos unirnos para promover turísticamente nuestro territorio y esta insigne figura de la literatura universal debe ser nuestro incentivo.
De las numerosas y disparatadas aventuras que viven los dos protagonistas de la famosa novela, D. Quijote de la Mancha y Sancho Panza, la más popular y representativa es sin duda la aventura vivida con los molinos de viento. De esta manera, El Quijote fue conocido como obra cómica en su época y este pasaje presenta un esquema narrativo que se repetirá en posteriores lances y episodios. Y ante los robustos gigantes valedores y guardianes, D. Quijote, alucinado de tanta locura caballeresca y por estar tan falto de sueño, acabó de transformar su cerebro, ante la enorme abundancia de estos desaforados enemigos, que se habían adueñado de toda la Mancha. Trastornado estaba, que al encontrarlos después de haber sido armado caballero y de haber puesto su corazón en manos de Dulcinea, con arrojo y valentía la emprendió contra todos ellos. Y cayó derrotado en la descomunal batalla, pero se levantó sin que su ánimo, hubiera desfallecido ni un átomo.
Cervantes recrea uno de los tópicos más frecuentes en las novelas de caballerías, el enfrentamiento del caballero con seres fantásticos y mitológicos a los que tendría que vencer, pero a pesar de su relevancia está narrado con suma brevedad y la pregunta que podemos hacernos es por qué confunde D. Quijote, los molinos con gigantes y la posible respuesta puede ser que durante la época que vivió Cervantes, en el denominado Siglo de Oro, se inventaron y se crearon numerosos artilugios espectaculares, como mecanismos de relojería, ingenios mecánicos, autómatas fantásticos, como nuestros molinos de viento, en principio por la necesidad imperiosa de obtener agua , debido a la sequía tan acuciante que fue propia de la época.
Y así Cervantes tomaría estos artilugios, que por otro lado son visibles desde la lejanía, por su abigarrada forma y espectacular braceo, encaramados a la loma, como modelo para su capítulo más universal.
A mediados del siglo XVI, es probable que la Orden de San Juan levantara y después arrendara los molinos de viento de Los Yébenes, que altos y vigorosos se divisan en las lomas del puerto, junto con una torre vigía, presente desde tiempos de Abderramán.
Uno de estos molinos, conocido con el nombre de El Tío Zacarías, pues fue este hombre afanoso, tesonero y orgulloso hacía molienda una vez al mes y si venía al caso, dos. Desde los ventanillos del tercer piso, se localizaba la dirección del viento, ábrego, cierzo, solano, hondo, alto o fijo, toledano, villacañero, calderino, matacabras, mediodía o moriscote, que giraban las aspas entoldadas hasta la dirección de éste y transmitían la fuerza del viento a la rueda catalina y ésta a su vez a las piedras de granito y cuando se soltaba el freno y se dejaba caer el grano desde la tolva hasta la piedra solera para que la volandera hiciera su trabajo; el mecanismo se ponía en marcha a una velocidad pasmosa. El resultado final era la transformación del cereal en harina, la más famosa la de almortas, que daría buenas gachas.
Desde el promontorio, apoyados en la baranda de los miradores de sendos molinos, podemos deleitarnos con el paisaje heterogéneo de Los Yébenes: monteño y manchego y se divisan los amplios valles en dirección a Toledo y Ciudad Real, con el siempre pintoresco mosaico de cultivos. En este paisaje, predominan los olivares, que surte a Los Yébenes del exquisito aceite de la variedad cornicabra o el níveo color de la flor del almendro, sin dejar de apreciar el rojo intenso de la tierra de labor. Y a lo lejos todo un horizonte de espectaculares imágenes, donde se atisban los Montes de Toledo.
RUTA DE LA MINERÍA (NERVA Y MINAS DE RIOTINTO) - HUELVA
Rodeada y medio atrapada de rojos casi imposibles, aparece la luz de Nerva, como un faro sempiterno. Nerva, trabajadora, luchadora y sufridora; cuna de grandísimos artistas, con sus 5.547 habitantes, continúa latiendo en la comarca onubense del Andévalo, acariciando las primeras estribaciones serranas. Con una altitud de 332 metros, goza de un conjunto de sierras de considerable altitud como la Gargantilla, Puerto la Chaparra, Padre Caro (ahí nace el río Tinto) y la del Jabatal.
En el año 1.885 se segregó de Zalamea la Real, constituyéndose en municipio independiente. Fue en ese año cuando tomó nombre, y lo tomó del emperador romano, antonino, Marco Coceyo Nerva, con motivo de una placa en cobre dedicada a este emperador que se descubrió en 1.762 en una galería minera de la población.
Con la caída de la actividad minera, Nerva tuvo que dar un giro en las parcelas productivas-económicas, potenciando, principalmente, la agricultura y la ganadería, además del turismo histórico minero.
Las mineralizaciones de la zona se sitúan dentro de un conjunto de materiales paleozoicos, afectados por la orogenia herciniana, que se extiende a lo largo de 200 kilómetros desde el norte de la provincia de Sevilla hasta el Atlántico, pasando por la provincia de Huelva y el sur de Portugal (Franja Pirítica del Suroeste Ibérico).
El conjunto de minas de Riotinto-Nerva ha sido explotado desde hace miles de años: pueblos mediterráneos del Megalitismo, fenicios, griegos, romanos, época árabe...Su máxima explotación se produjo cuando, en 1.873, la Río Tinto Company Limited compra las minas, convirtiendo la comarca prácticamente en una colonia inglesa. Construyeron el ferrocarril, que impulsó la explotación de las riquezas de la zona (enlace...).
En la actualidad esta zona minera está declarada por la Junta de Andalucía como Bien de Interés Cultural con la categoría de Sitio Histórico (abarca términos municipales de Minas de Riotinto, Nerva y El Campillo).
La Zona Minera de Riotinto-Nerva es uno de los conjuntos patrimoniales más relevantes para comprender y conocer la evolución histórica de las explotaciones mineras en el suroeste español, estando conformada por bienes con manifiestos valores históricos, arqueológicos, etnológicos, monumentales, industriales y naturales. Respecto al paisaje, dada la entidad de las explotaciones, se ha conformado un territorio singular de elevada espectacularidad: cerros convertidos en profundos valles, colinas artificiales de escorias o de rocas sobrantes, rojos, ocres, tonos amarillos, morados, verde azulados... que transmiten el impacto de la mano del hombre sobre la naturaleza a lo largo del tiempo.
No se puede hablar de la Nerva minera sin hablar de la mina de Peña de Hierro, situada en el extremo nororiental del anticlinal de Riotinto y a unos 3 kilómetros de Nerva. Es una mina menor, comparada con las de Riotinto, pero con unas leyes en metales bastante altas. Debe su nombre al gran crestón ferruginoso que corona la mina a cielo abierto (¿de qué color va a ser el río Tinto?).
Las piritas extraídas en Peña de Hierro mediante sistemas de voladuras y cámaras subterráneas y posterior tratamiento físico y químico, sirvieron para la obtención sobre todo de cobre, azufre y otros polimetálicos. Esta corta (mina a cielo abierto) tiene una profundidad de 85 metros y un pozo (mina subterránea) de 155 metros, también de profundidad, dividido en 12 niveles; su eje mayor tiene 330 metros de longitud.
Actualmente es visitable a través de citas turísticas guiadas y concertadas. Es toda una aventura adentrarnos en una auténtica galería de mina de 200 metros de longitud y ver si impresionante lago.
El día, con el Sr. Aranda de copiloto, pasó volando. Volando y volando nos marchamos con tristeza. Somos sufridores, siempre nos vamos con nostalgia, pero siempre volvemos con alegría a la Cuenca Minera de Huelva.
Ser minero es trabajar
ser valiente sin saberlo
ser fuerte sin comprenderlo
entrar en la mina y callar
callar sin querer hacerlo.
(Jorge del Nozal)
I Marcha Nocturna Los Balbases
La I Marcha Nocturna de Los Balbases reúne a 147 corredores
El sábado pasado, a las diez de la noche, se daba la salida a la primera carrera nocturna que se celebra en la localidad burgalesa.
Fue la primera de las actividades que la Asociación Cultural de Los Balbases preparó para el fin de semana con el que da comienzo el tradicional Sejillo Cultural.
Sobre un recorrido de 8 kilómetros, la cita reunió a atletas populares llegados de varios pueblos de la comarca para disfrutar de un circuito apto para todos los públicos.
Tomando la salida en la recién reformada plaza de San Millán, pasando por la ermita de Virgen de Valle Hermoso y después de un recorrido por los campos de la estepa castellana, el final de la marcha se cerró con una cena popular para 215 personas y un concierto del conjunto burgalés La Grúa.
Las vencedoras de la prueba en categoría femenina fueron Evelia Urien, Celia Martín y Eva Santamaría. Por su parte, Jairo Grijalvo, Edgar Rodríguez y Carmelo García coparon el podio en la categoría masculina.
Las buenas sensaciones mostradas por los participantes y el buen ambiente que se disfrutó durante el resto de la jornada animan a la propia Asociación a seguir incentivando y liderando eventos culturales durante todo el año.