Verdi: “La Traviata” - Antonicelli, Steber, Di Stefano, Merrill - Met, 1949
Giuseppe Verdi (1813-1901)
La Traviata
Direttore d'orchestra: Giuseppe Antonicelli
Violetta Valery: Eleanor Steber
Alfredo Germont: Giuseppe Di Stefano
Giorgio Germont: Robert Merrill
Flora Bervoix: Thelma Vitoka
Annina: Thelma Altmann
Gastone, Visconte de Letorieres: Alessio De Paolis
Barone Douphol: George Cehanovsky
Marchese D'Obigny: Lawrence Davidson
Dottore Grenvil: Osie Hawkins
Metropolitan Opera House Chorus and Orchestra
New York - Gennaio 22, 1949
El maestro Giuseppe Antonicelli ejecuta una precisa dirección de orquesta que desde el inicio hasta el final, dan una sensación metronómica y cuadriculada, llegando sinceramente a exasperar pues la incomodidad de los principales solistas es más que notoria. Las frases orquestales se muestran apuradas y rápidamente cortadas, siendo más que notorio en la pareja protagonista.
Genio y personalidad es lo que distingue el canto de una de mis predilectas: Eleanor Steber. En un primer momento su Violetta puede resultar poco familiar al oído, tal vez por encontrarse en una fase de su carrera en la que descollaba como una de las mejores mozartianas de su tiempo. Amén de todo lo dicho, el increíble control del fiato, la belleza juvenil y el brillo de su timbre son más que evidentes. Sorprende la seguridad de su proyección y de sus agudos penetrantes. El increíble trabajo de diferenciación en la caracterización de Violetta en sus cuatro principales estadios emocionales hacen pasar por alto cierta falta de precisión en las vocales y en los acentos; sin embargo su dicción en italiano era muy buena. Grande no, grandísima La Steber.
Di Stefano se muestra sensacional, en todo el esplendor de su juventud, mostrando una adecuación estilística que por la inminente naturaleza lírica de su voz, lo convierten en el Alfredo Germont ideal. Sin embargo, al igual que la soprano estadounidense, los tempi escogidos por el director de orquesta lo hacen ver incómodo y muchas veces incapaz de lasciarsi andare mediante ese hermoso juego de dinámicas, diminuendi y rubati, que al menos para quien escribe, nunca resultaron ser giggionate.
El sensacional, Robert Merrill con 32 años, exhibía un bellísimo y esmaltado timbre de barítono verdiano por excelencia a pesar de no tener una gran dicción italiana. Su instrumento resulta estentóreo, de mucho cuerpo, aunque algo monocorde -tal vez por una propensión a una emisión muy exterior-, y de fiato cuestionable en la zona medio grave y grave, repercutiendo en su entonación, que en suma terminan por perfilar un Giorgio Germont algo despótico por lo plano de su caracterización. Su “Di provenza il mar il suol” pone de relieve alguno de estos fallos que le restan cierto aire paternal ottocentesco tan característico del personaje. Creo que en posteriores grabaciones, gracias a la experiencia adquirida, así como a la maduración de su instrumento, logra perfilar una más completa creación del personaje, mucho menos autoritaria y más sensible.
Correcto el resto de coprimarios en una representación que a todo momento destila el aura nostálgica del viejo Met, aunque la omisión del “O mio rimorso” y del No, non udrai rimproveri, aunada a la poca imaginación en la batuta dejan un cierto sabor amargo, pues habida cuenta de la grandiosidad de los tres protagonistas, uno no deja de preguntarse qué genialidad hubiese resultado de haberse contado con otro director en el podio.