Pingüinos: Patagonia Argentina
Durante todos estos meses, Península Valdés ha acogido también a las aves más adaptadas a la vida marina del mundo: los pingüinos. Más de medio millón de pingüinos patagónicos o de Magallanes se reparten en las colonias que se distribuyen por la península y sus alrededores. Llevan casi medio año viviendo en las aguas del Atlántico y por fin regresan para procrear en las tierras que les vieron nacer.
A mediados de agosto llegan los primeros machos a la costa. Han vuelto para adecentar el nido antes de que lleguen sus parejas. Como si de una procesión se tratara todos marchan hacia el interior, en busca del mismo hueco que utilizaron el año pasado. Si lo encuentran tendrán que arreglarlo y defenderlo de los machos que vienen por primera vez y quieren encontrarse la casa puesta. En poco tiempo las zonas de nidificación se llenan de hoyos limpios y vigilados cada uno por un macho.
A mediados de septiembre llegan ellas. Los pingüinos son monógamos, así que los machos que el año pasado ya procrearon volverán a encontrarse con su pareja. Aquellos para los que ésta es su primera vez tendrán que esmerarse en la construcción del nido para ser elegidos por alguna de las hembras solteras que lleguen.
Sus colonias de cría se encuentran hacia el interior, a unos 600 metros de las playas. Aquí el terreno es firme y no hay peligro de inundación, aunque sí de que algún guanaco despistado o algún ñandú aplaste tu puesta.
Los nidos más cotizados se encuentran bajo los arbustos, donde se puede gozar de la protección del sol que ofrecen las plantas.
Tras el reencuentro con la pareja comienza el cortejo, con sus danzas, aleteos y batir de picos.
Finalizado el ceremonial se produce la cópula, que se repetirá varias veces en las próximas horas.
A los pocos días las hembras pondrán dos huevos, que incubarán ambos progenitores durante 40 días. Mientras uno permanece en el nido el otro se adentra en el mar para alimentarse. Sus alas, convertidas en aletas y sus cuerpos ahusados, les permiten alcanzar velocidades bajo el agua de hasta 24 km./h, algo impresionante si tenemos en cuenta que es un ave.
Su adaptación es fundamental, ya que pasan casi medio año viviendo día y noche en el océano. Ahí comen, beben, juegan y duermen.
Una vez que han saciado su hambre vuelven con rapidez al nido, donde los esperan sus parejas para el cambio de guardia.
La puesta no puede quedar en ningún momento sola, porque zorros, petreles, skúas y gaviotas rondan la colonia en busca de huevos. Para evitar su robo, los pingüinos excavan nidos que pueden llegar a tener un metro de longitud bajo tierra. Aún así las pérdidas de huevos y polluelos son abundantes y es raro que sobreviva la puesta entera.