PAPIROFLEXIA
Farándula Velutina representa no salón de actos da Casa de Cultura de Corcubión a peza Papiroflexia, de Fernando Castro Paredes.
Interveñen (por orde de aparición):
Marcos R. Úbeda
Andrea Rodríguez Trillo
Cristina Martínez Rojas
Manuel Costa Romero
Vanessa Costa Pequeño
Carmen López de Ramón
Elisa Lema Gómez
Dirixen:
Marina Gómez Pose
Fernando Castro Paredes
Graban escenas de video porno en Castillo de San Felipe en Cartagena
Cuando ya la opinión pública nacional comenzaba a dejar en el olvido el escándalo del video porno en la estación de bomberos de Puerto Colombia, surgió un nuevo video, de la misma productora, cuya locación es el Castillo de San Felipe en Cartagena, patrimonio de la Humanidad de la Unesco desde 1984.
Introducción a Las Leandras (1931) de Francisco Alonso
Las Leandras es una revista estrenada en Madrid en 1931 con música de Francisco Alonso.
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El proceso de dignificación de la artista femenina parece, sin embargo, correr en paralelo, circunstancia que subraya de forma sutil la trama de Las Leandras, construida a partir de una superposición de equívocos. En primer lugar, el de las artistas de revista que fingen ser las alumnas de un internado para que la vedette, al recibir la visita de su tío millonario –moralista considerado como retrógrado dentro de la misma obra– no la desherede por dedicarse a la farándula. En segundo lugar, el del pueblerino –al que confunden inicialmente con el verdadero tío– que, como antiguo visitante del prostíbulo en el que la compañía ha establecido su “escuela”, confunde a las artistas con prostitutas.
Ambos equívocos están trabados entre sí mediante palabras con doble sentido, uno de los atributos fundamentales del cuplé sicalíptico, que hablaba de “pulgas” u “hormigas” en lugar de picores sexuales, de “conejos” o “gatitos” en lugar de vulvas, o de objetos mundanos que suben y bajan, o entran y salen, en lugar de erecciones y coitos, respectivamente. Esta utilización del doble sentido se conserva aún en Las Leandras –de forma infinitamente más inocua e inocente, pero incidiendo igualmente en aparentar decencia donde no la habría–, cuando el director del colegio corrige a las alumnas para que llamen “clase” a sus ensayos, “cursos” a los actos de la revista que están ensayando, y “asignaturas” a cada uno de los números musicales. Pero también se da en sentido contrario, dado que el doble lenguaje permite que el pueblerino no descubra que no está en un prostíbulo hasta el final de la obra, pues las chicas interpretan sus rijosos eufemismos en sentido literal, es decir, “decente”.
La inversión y confrontación del doble lenguaje sitúa a las artistas en una posición opuesta a la de sus antecesoras cupletistas, a la vez que la trama –que merced a los equívocos las confrontan a una “escala de decencia” de tres niveles: interna de colegio católico, artista de variedades, prostituta– acaba por situar su profesión en un “justo medio” entre el sometimiento de la interna y la marginalidad de la prostituta, como mujer libre y dueña de su cuerpo y su destino sin ver menoscabado su estatus social.