Parque de María Luisa - Plaza de España - Sevilla
En 1848, los duques de Montpensier se establecen en Sevilla, adquiriendo en 1850 el palacio de San Telmo. De forma complementaria adquirieron dos fincas para acondicionarlas como jardines del palacio, La Isabela y San Diego,
que contenía los restos del antiguo convento franciscano de San Diego. Los duques escogieron al jardinero francés Lecoland para el diseño de estos jardines. El terreno se encajaba en un recinto acotado entre el antiguo camino
de Dos Hermanas, en su frente del Prado de San Sebastián y el Paseo del Río y el Paseo de las Delicias; limitándose al norte por los Jardines de Cristina y al sur por los huertos de la Mariana.1 De esta etapa data el kiosko
de la Isleta de los Patos (hoy conocido como Pabellón de Alfonso XII).
En 1893 la duquesa, ya viuda, cede a la ciudad una importante parte de los jardines de San Telmo, que se incorporaron al patrimonio urbano en 1911.
Hasta 1910 no se realizaron grandes obras en esta área, solo es destacable la construcción en 1893 del Costurero de la Reina y de un invernadero de estructura metálica. En 1910, se escoge el parque
como ubicación principal de la futura Exposición Hispanoamericana que tendría lugar en 1929. En enero de 1911, el comité ejecutivo de la exposición inicia los trámites para la reforma del parque para
el evento, eligiéndose a Aníbal González como director de la parte arquitectónica de la exposición y a Jean-Claude Nicolas Forestier, paisajista francés, conservador del bosque de Boulogne en París,
para las obras de jardinería. Las obras se realizaron entre 1912 y 1922. El arquitecto francés transformó lo que eran unos jardines palaciegos en un parque público. Forestier no impuso el clasicismo
francés en su trabajo y adaptó su obra al clima y el paisaje de la ciudad. Viajó por Andalucía, reflejando en el parque elementos de influencia de la Alhambra de Granada, el Generalife, del parque del
Retiro de Madrid y dentro de la propia ciudad, de los Alcázares de Sevilla y algunas casas nobles sevillanas, manteniendo el respeto de la arboleda ya existente. De esta fecha datan algunos elementos,
como la glorieta de los lotos, el Jardín de los Leones y la Fuente de las Ranas.
El parque se inauguró 18 de abril de 1914, coincidiendo con la fería de ese año. Para la Exposición Iberoamericana se realizaron en la Plaza de América el denominado Pabellón Mudéjar, construido entre
1911 y 1916, y en 1914 se inició la Plaza de España. La Plaza de América albergaría el Pabellón Real, el Pabellón Mudéjar y el Pabellón de Bellas Artes.
En 1915, Forestier diseña su proyecto para la ampliación del parque en los terrenos colindantes a la plaza de España. Hasta la inauguración de la Exposición del 1929, se fueron construyendo también
distintas glorietas con rememoranzas literarias y culturales, como glorieta de Bécquer (1911), glorieta de Cervantes (1916), glorieta de Mas y Prat (1924) y glorieta Hermanos Álvarez Quintero (1925-26),
que tendrían su continuación en años posteriores.
La Plaza de España constituyó el proyecto más emblemático de la Exposición Iberoamericana del año 1929. Fue proyectada por el arquitecto sevillano Aníbal González,
que también era arquitecto director del evento expositivo, fue ayudado por un buen conjunto de colaboradores, entre los que se encontraban el ingeniero José Luis de Casso
y el arquitecto Aurelio Gómez Millán.1 Las obras de construcción comenzaron en el año 1914, siendo la primera piedra colocada por Alfonso XIII,y resultando el proyecto
más ambicioso y costoso de la Exposición, llegando a trabajar en su construcción mil hombres al mismo tiempo, puede resultar asombroso, cómo una ciudad en situación
económica difícil en esos años, se embarcó en un proyecto de semejante magnitud. Algunos aspectos del proyecto suscitaron algunos rechazos, la Academia de Bellas Artes
se opuso a la altura prevista de las dos torres que podían rivalizar con la Giralda y el arquitecto francés Jean-Claude Nicolas Forestier, diseñador del Parque de
María Luisa, rechazaba la construcción de la ría que rodea la plaza, para una ciudad con gran escasez de agua como Sevilla. En 1926, tras la dimisión de Aníbal González
de su cargo de director de la Exposición, asume la finalización del proyecto el arquitecto Vicente Traver, que terminó los cerramientos del recinto y añadió la fuente
del centro de la Plaza.
La construcción de la plaza fue auditada por el propio Rey Alfonso XIII, que se hizo a sí mismo responsable de vigiliar la adecuada marcha de buena parte de proyectos
de la Exposición