Revolución de los 7 Jefes: Rebelión de Criollos en el Río de La Plata 1580. Mancebos de la tierra.
A pesar de haber sido reprimidos con dureza, “los siete jefes” fueron los primeros criollos que intentaron implantar un gobierno propio, que respetase la autonomía comunal.
Juan de Garay fundó Santa Fe el 15 de noviembre de 1573. Como era “costumbre y ley” en la conquista, repartió las tierras ajenas entre sus hombres: solares para viviendas; cuadras para viñedos y en las dos bandas del Paraná “suertes de estancia” para la cría del ganado. El Cabildo quedó conformado mayoritariamente por españoles, por ser ellos los principales beneficiarios en el reparto de tierras pero a los mancebos no les cayó nada bien esta discriminación.
Allí estaba Garay con la mejor estancia, que luego heredará su yerno Hernandarias, mientras los mancebos debían conformarse con algunas parcelas alejadas, cuando llegaron el adelantado Ortiz de Zárate y sus camaradas, rescatados por los mancebos, que para poner el pecho a las lanzas y flechas de los charrúas sí contaban.
Entre ellos estaban Diego Alonso y Martín del Barco Centenera, autor del poema que dará nombre a nuestro país: “Los argentinos mozos han privado allí su fuerza brava y generosa”.
Ortiz de Zárate murió en enero de 1576 y Garay, cumpliendo con lo establecido por el testamento del Adelantado, dejó Santa Fe y viajó hacia el Perú, el licenciado Juan de Torres de Vera y Aragón, quien heredó entonces el cargo de Adelantado del Río de la Plata.
El nuevo adelantado designó a Juan de Garay su teniente de Gobernador y le encomendó la refundación de Buenos Aires. Pero Garay tuvo que huir del Perú hacia Asunción para impedir que se cumpliera la orden de prisión dictada por el virrey Toledo.
Mientras tanto el gobernador de Tucumán, Gonzalo de Abreu, conocedor del malestar de los criollos de Santa Fe entró en contacto con ellos para decirles que Garay carecía de títulos para gobernarlos y les prometió su ayuda si lo apresaban y se lo enviaban a Tucumán. Lo que Abreu quería era la despoblación de Santa Fe para anexar ese territorio a la jurisdicción de Tucumán.
Una de piratas Alonso de Vera bajaba desde el Perú, luego del casamiento de doña Juana con su tío, cuando fue apresado por Abreu. El gobernador de Tucumán sabía que Gonzalo traía cartas para el rey. La febril imaginación de Abreu no le alcanzó para adivinar el verdadero contenido de esas cartas: eran denuncias a su majestad sobre la entrada al estrecho de Magallanes de piratas al mando de Sir Francis Drake, apodado “el Dragón” por los hispanos, que venía de robarse el tesoro de Panamá y clamaban por la detención del pirata . Estas cartas quedaron en poder de Abreu, el tesoro en manos de Drake y Alonso de Vera fue enviado de regreso al Perú. Pero Alonso buscó asilo en el convento franciscano de Santiago del Estero, donde permaneció “asilado” unos dos meses.
Abreu mandó vigilar el convento día y noche, pero como en las películas, Alonso logró huir a caballo una madrugada perseguido por una partida de sesenta arcabuceros y lanzas que lo siguieron hasta Córdoba y le perdieron el rastro. Alonso pudo finalmente llegar a Santa Fe. El 1º de junio de 1580 se produjo el cambio de cabildantes. Un grupo de criollos propuso alzarse contra el cabildo basándose en las órdenes de detención contra Garay y contra “los dos Vera”.
En la casa de Lázaro Venialbo, uno de los que más había fogoneado a los criollos disconformes con el gobierno de la ciudad, se reunieron muchos jóvenes. Cada cual preparaba sus armas para salir a la calle: espadas, ballestas, arcabuces y lanzas. Lanzaban insultos contra Garay, contra los viejos españoles y contra los que llegaron en la expedición de Ortiz de Zárate.
El primer paso sería apresar al Teniente de Gobernador, al alcalde, al Alguacil Mayor y a Alonso de Vera Aragón. Mientras, otros rebeldes se encargarían de desarmar a los españoles seguidores de Garay.
Con trompetas convocaron a los vecinos, que ayudaron a elegir un nuevo Cabildo. Antes del amanecer, los sublevados reunidos en lo de Venialvo salieron a cumplir con su plan: capturaron al Teniente de Gobernador Simón Xaque, al Alcalde y al Alguacil , se los llevaron a la casa de Venialbo y desarmaron a todos los españoles.
Desde ese momento, todos los que no compartían las ideas con los sublevados comenzaron a pensar cómo reivindicar el honor perdido.
Alonso de Vera, con grilletes en los pies, escuchaba desde su celda en la casa de Lázaro de Venialbo los gritos de los criollos sublevados que llegaban a la plaza: “¡Ya todo es nuestro! ¡Gobernaremos la tierra, desterraremos a los españoles y haremos que los indios nos sirvan a nosotros!”
Cristóbal de Arévalo organizó clandestinamente la contrarrevolución, agrupando a más personas con tal propósito. En el enfrentamiento murieron apuñalados Pedro Gallegos, Diego de Leiva y Domingo Romero, cuyos cuerpos fueron llevados a la plaza y decapitados al grito de “¡Viva el Rey!” Los siete Jefes fueron los primeros criollos que intentaron implantar un gobierno propio, que respetase derechos de nacidos en esta tierra.